La historia de Nuestra Señora de Guadalupe comenzó en 1531, cuando la Santísima Virgen María se apareció a San Juan Diego en el cerro del Tepeyac, cerca de la actual Ciudad de México. A través de una serie de cinco apariciones, se reveló como la Madre de Dios y pidió que se construyera una capilla para poder mostrar el amor y la compasión de Dios a todas las personas. Como signo de su presencia, su imagen apareció milagrosamente en la tilma de Juan Diego, lo que condujo a la conversión de millones de personas y el rápido crecimiento de la fe en todo el continente americano. A lo largo de los siglos, la devoción a Nuestra Señora de Guadalupe se ha extendido por todo el mundo, y la Iglesia la ha honrado como Patrona de las Américas y Estrella de la Nueva Evangelización. Su mensaje de misericordia, esperanza y cuidado maternal sigue atrayendo a la gente hacia Cristo y Su Iglesia.

La tilma, un manto tejido con fibras de cactus que antiguamente usaban los pueblos indígenas de México, se convirtió en el lienzo de uno de los mayores milagros de la historia católica. En 1531, después de que la Virgen María se apareciera a San Juan Diego y pidiera que se construyera una capilla en su honor, dejó su propia imagen milagrosamente impresa en su tilma como señal para el obispo. Esta imagen sagrada -que representa a la Virgen con rasgos mestizos que indica que pertenece tanto a los españoles como a los indígenas, está cargada de simbolismo divino- se ha conservado perfectamente durante casi 500 años, desafiando el deterioro natural. En la actualidad, la tilma está colocada en la Basílica de Nuestra Señora de Guadalupe, en Ciudad de México, y atrae a millones de peregrinos cada año para honrar a la Santísima Madre y el signo perdurable de su presencia entre los fieles.